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Todo sobre mi madre: Reflexiones sobre el balance de la vida familiar y profesional

Faltaba sólo un mes para dejar Perú y mudarme a Irlanda. En ese momento y sin avisar, la muerte tocó a mi familia dejando a mi madre viuda de la noche a la mañana. Un cáncer pulmonar fulminante se llevó a su compañero de vida. En ese entonces ella vivía en Chile y tuve que mover cielo y tierra para comprar de última hora, un boleto de avión a Perú y poder estar cerca de ella en un momento tan difícil.

El entorno familiar pudo acompañarla con su proceso de luto por unos días, luego, ella regresó a Chile y yo, con el corazón partido dejé Perú. Después de casi 2 años de mi llegada a Europa, entre papeleos para regularizar mi permanencia en Irlanda y un montón de entrevistas de trabajo, pude conseguir mi primer empleo. Recuerdo que trabajé muy duro para empezar a ahorrar. El objetivo: Comprar una propiedad y generar una renta que fuera directamente a manos de mamá, de tal manera de que ella pudiese tener una jubilación digna, sin depender de nadie, ni siquiera de mí.

Para los que no están familiarizados con la realidad en Latino América: Es imposible vivir con las pensiones irrisorias de jubilación. Puedes trabajar duro toda tu vida y no generar lo suficiente para tener una vejez tranquila.

Cada vez que llegaban las navidades, empezaban las preguntas de mi madre, si finalmente iría a casa. Mi respuesta era la de todos los años: O produzco para invertir en el futuro familiar o me gasto el equivalente a la compra de un auto en un viaje a LATAM - Creo que mejor invierto en el futuro, ¿no crees? – Era siempre mi respuesta.

Y así, como jugando, pasaron 7 años.

¿Conseguí mi objetivo? Sí, mamá tiene ahora no 1, sino 2 propiedades cuyas rentas le han otorgado una vida digna y jubilación tranquila, sin depender de nadie, ni siquiera de mí.

Personalmente, siento que todo este tiempo lejos de casa me ha permitido evolucionar como persona y como profesional, al punto que me atrevería a decir que no soy ni la sombra de la persona que dejó Perú hace 7 años… pero: ¿A qué precio?

Fue hasta que recibí una llamada de mamá, hace unos meses atrás, que me hizo caer en cuenta de que las cosas no estaban bien y era necesario cambiar la situación ASAP. Tenía que viajar por negocios a Chicago y aproveché la ocasión para tomar unas vacaciones allí y le compré un boleto de avión de Latino América a USA para reencontrarnos después de tanto tiempo.

El día del reencuentro llegó, noté que ha envejecido y que su salud se ha deteriorado mucho, al punto de tener una crisis mientras estuvimos de visita en USA. Afortunadamente, con cambios drásticos en su estilo de vida el tema se pudo controlar, pero había que hacer varios descartes médicos y ninguno pintaba bien.

El punto más duro de mi viaje a Chicago fue cuando tenía que regresar a Dublín y al despedirme de mamá, ella se sacó el anillo de diamantes, aquél que se hizo fundiendo sus aros de matrimonio y me lo puso en el dedo. El corazón se me arrugó, sentía que se estaba despidiendo de mí.

Hace 3 días me dieron la noticia de que mi madre está viva de milagro y que, si no hubiésemos hecho los cambios radicales en su estilo de vida durante los 10 días que estuvimos juntas en Chicago, ella no estaría más en este mundo. 

Cada vez me convenzo más de que no existe la casualidad sino la causalidad. Ese reencuentro, en definitiva, no fue fortuito, pero sí una lección: Nos enfocamos tanto en crecer profesionalmente, en generar más ingresos, en llenarnos de títulos, en pensar en el futuro, que terminamos dejando de lado lo más importante: El presente y la familia.

Hoy, en este instante, mientas escribo este artículo, me alegra haber aprendido mi lección a tiempo.